Ser madre es, a priori, una situación de felicidad y alegría. Entonces, ¿cómo es posible que una mujer que acaba de tener un hijo o que esté esperándolo contemple la posibilidad de poner fin a su vida?
Seguramente es una cuestión que ni siquiera se le pasa por la cabeza a la mayoría de la población. Sin embargo, un número cada vez mayor de mujeres en la etapa perinatal (en el embarazo o un año después de haber dado a luz) piensan en el suicidio.
En varios países de Europa, el suicidio está entre las principales causas de muerte en mujeres que han dado a luz, junto con las enfermedades del corazón. En Estados Unidos, la cantidad de madres que fallecen se ha triplicado y el suicidio es una de las razones principales de este incremento. Y en España, 1 de cada 5 mujeres durante la etapa perinatal han pensando alguna vez en quitarse la vida.
Consecuencias de la ideación suicida
En mujeres embarazadas o que han dado a luz recientemente, los pensamientos suicidas (también conocidos como ideación suicida) pueden tener efectos graves para la salud tanto de ellas como de su bebé.
Más allá de la propia muerte materna, si llega a consumarse, los bebés pueden tener bajo peso o malformaciones o nacer prematuramente. Estos problemas pueden surgir debido a que en estas mujeres hay escaso control de la gestación, consumo de medicamentos teratógenos (que causan malformaciones en el feto) o abuso de alcohol y otras sustancias que opodrían aumentar estos riesgos.
Además, los pensamientos suicidas pueden dificultar el establecimiento del vínculo entre la madre y el hijo, con todas las consecuencias que esto conlleva.
El riesgo de pérdida del bebé durante el embarazo o poco después de nacer se multiplica por seis en mujeres con esas ideaciones. Las madres también pueden sufrir otros problemas de salud graves y duraderos tanto a nivel físico como psicológico y social.
Factores de riesgo
Aunque los pensamientos suicidas pueden afectar a cualquiera, varios factores los favorecen. Son más comunes en madres solteras o con poco apoyo por parte de su pareja o de su familia y en mujeres con diferencias culturales –como pertenecer a minorías étnicas, ser inmigrante o tener costumbres y valores distintos a los predominantes–; con bajo nivel de estudios; desempleadas; con un nivel socioeconómico bajo; con antecedentes personales o familiares de alteraciones de salud mental; que sufren depresión o ansiedad; que experimentan una mala calidad del sueño; que han sido víctimas de violencia de género o maltrato infantil, o que abusan del consumo de alcohol o tabaco.
Otros factores de riesgo incluyen haber sufrido abortos previos, complicaciones durante la gestación, experiencias traumáticas en el parto (por ejemplo, violencia obstétrica) y embarazos no planificados.
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En el otro lado de la balanza, hay condicionantes que protegen contra los pensamientos suicidas. Entre ellos destaca un buen apoyo social y el establecimiento del contacto piel con piel entre la madre y el recién nacido. Estas interacciones refuerzan el vínculo emocional entre ambos, con un impacto positivo en la salud mental de la mujer.
La importancia de detectarlo a tiempo
El pilar fundamental para solucionar el problema de las ideaciones es la prevención y la detección precoz. Sin embargo, tan solo 50% de las mujeres que las albergan son identificadas.
El embarazo y el periodo después del parto son momentos que requieren un seguimiento por parte de los profesionales de salud. Para ello, se organiza un “plan de citas” que incluye todas las visitas necesarias con la matrona o médico especialista.
Cada cita tiene un propósito específico y se realiza en un momento concreto del embarazo. Durante estos encuentros, las mujeres pueden hacer preguntas y expresar sus preocupaciones sobre el control del embarazo, la preparación y asistencia al parto, la lactancia o cualquier otro aspecto relacionado con el proceso de gestación, parto, puerperio y crianza.
Sin embargo, ¿se habla suficiente sobre la salud mental materna durante estas consultas? Es necesario abrir un espacio seguro para indagar sobre los sentimientos y pensamientos de la madre, y no simplemente atribuir todo a una posible depresión posparto o al estado emocional “normal” derivado de las acciones de las hormonas que intervienen en el proceso.
La idealización de la maternidad y todo lo relacionado con ella genera una gran presión sobre las mujeres, que pueden experimentar una variedad de emociones y estrés en este periodo. Aunque la ideación puede ser un síntoma de la depresión y a menudo ambas ocurren simultáneamente, la tendencia suicida puede aparecer sola o persistir incluso si la depresión desaparece. Muchas veces se prioriza la detección de la depresión posparto y la ansiedad, pero es igualmente importante considerar la posibilidad de pensamientos suicidas en esta etapa.
Herramientas específicas
Como decíamos, la identificación precoz es crucial. No obstante, hasta ahora no ha habido herramientas especificas que puedan ser aplicadas e interpretadas de forma fácil y accesible por el personal sanitario cuando se aborda el problema que nos ocupa durante el embarazo y el posparto.
Es importante tener en cuenta que los cuestionarios utilizados en las consultas no siempre están diseñados para este propósito. A menudo se emplean escalas más generales originalmente creadas para otros fines.
En España, por ejemplo, recientemente se han validado herramientas que sí identifican los riesgos específicos: la escala Paykel para evaluar la ideación suicida y la escala de riesgo de suicidio de Plutchik.
En definitiva, la detección temprana y el apoyo adecuado son clave para asegurar el bienestar tanto de la madre como del bebé. La participación y capacitación de los profesionales, junto con la integración de la evaluación del riesgo de suicidio en las consultas y la dotación de recursos por parte de la administración, resultan fundamentales para la sensibilización sobre el problema.
Rocío Adriana Peinado Molina, Profesora de Universidad. Salud de la Mujer, Universidad de Jaén; Antonio Hernández Martínez, Profesor Titular Enfermería Maternal. Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Terapia Ocupacional, Universidad de Castilla-La Mancha; Juan Miguel Martínez Galiano, Profesor de Enfermería de la Salud Sexual y Reproductiva, Universidad de Jaén y Sergio Martínez Vázquez, Profesor de Enfermería, Universidad de Jaén