Desde que el Banco Central Europeo anunció en 2020 que estaba planteándose la implantación de un euro digital para la Unión, han surgido muchas preguntas. ¿Por qué es necesario un euro digital? ¿Qué ventajas tendrá frente a la moneda tal y como se usa en la actualidad? ¿Se trata de una herramienta de control total en los pagos por parte del Estado? Todas estas preguntas, y otras muchas, poco a poco van recibiendo respuesta. Cada vez hay más detalles sobre el plan que está diseñando el BCE para los próximos años, que explican el interés de la institución por explorar la posibilidad de crear una nueva plataforma de pagos. Fuentes conocedoras del trabajo de preparación que está llevando a cabo el BCE destacan el coste que tendrá el desarrollo del proyecto, aunque la horquilla es amplia: entre 400 y 1.000 millones de euros.
La idea detrás del plan del BCE es sencilla, y se puede ilustrar con una herramienta que ya está disponible y se usa ampliamente en España: Bizum. El proveedor de pagos español, creado por 34 entidades bancarias, se puede considerar la base de lo que el BCE tiene planeado crear con la plataforma del euro digital, con ciertos matices. A día de hoy, Bizum sirve como un sistema de pagos entre iguales (peer to peer, también conocido como P2P), pero no permite, por ejemplo, un pago en un supermercado. El euro digital, por su parte, está concebido por el BCE como un sistema que permitirá también pagar en comercios.
Sin embargo, la clave que diferencia a un sistema como Bizum de lo que podría ser el euro digital es otra. Estas plataformas se utilizan para poder pagar en un país en concreto, pero a día de hoy no existe una infraestructura de pagos común para toda la zona euro. Uno de los motivos que ha impulsado al BCE a trabajar en el desarrollo del euro digital es crear esa plataforma comunitaria sin tener que depender de medios internacionales. Sería un paso más en el impulso de una Unión más completa, en un momento en el que la Unión Bancaria y de los mercados de capitales todavía son una asignatura pendiente.
El BCE, según fuentes consultadas, tiene como una de sus prioridades eliminar la dependencia de proveedores internacionales, en una eurozona en la que 13 de los 20 países miembros no tienen un esquema nacional de tarjetas. El banco central quiere preservar la libertad de la gente para pagar con dinero público adaptándose a las nuevas tendencias de pago y, en lugar de depender de un proveedor externo, creará su propio sistema. El coste que tendrá la creación del euro digital, según fuentes conocedoras de los cálculos que maneja el BCE, oscilará entre los 400 y los 1.000 millones de euros.
Respeto a la privacidad del ciudadano
Una de las cuestiones polémicas que han surgido en torno a la creación del euro digital es la posibilidad de que el euro digital sea un paso previo para eliminar el dinero en efectivo del sistema, lo cual podría crear un conflicto por el control que podría ejercer el Estado en los pagos de los ciudadanos. El BCE es consciente de ello, y tiene muy claro que el efectivo debe seguir existiendo, igual que las tarjetas tradicionales, las cuentas bancarias, y el resto de medios de pago digitales.
El banco central está priorizando el respeto a la privacidad de los ciudadanos en el diseño del euro digital, según destacan las mismas fuentes. En su fase de preparación de la divisa digital el organismo está llevando a cabo distintas encuestas, tanto a ciudadanos como a entidades financieras y otros actores del mercado, y reconoce el respeto a la privacidad y la seguridad como las dos mayores preocupaciones de los encuestados en torno al desarrollo de la divisa digital.
El banco central ya ha anunciado que la divisa digital tendrá un formato offline, con soluciones de pago que no requerirán estar conectado a la red para poder utilizar la cartera de euros digitales. Esto, además de ofrecer la posibilidad de pagar en entornos en el que la conexión a Internet no sea óptima, también funcionará como salvaguarda de la identidad de los ciudadanos que utilicen estas carteras offline. Las fuentes consultadas confirman que el BCE está preparando todo el sistema del euro digital para que no se pueda identificar quién hace una transacción en euros digitales, hasta el punto de que el sistema se someterá a auditorías externas para asegurar que esto se cumple.
El impacto en la banca
El banco central ya ha creado un grupo de trabajo para estudiar el impacto que tendrá la implantación del euro digital en el sector bancario del Viejo Continente, según explican las fuentes consultadas. El organismo ya estaría sobre aviso de que existe preocupación en el sector por el desarrollo de esta nueva tecnología de pagos, pero considera que los temores son exagerados, ya que se trata de una plataforma creada para el uso particular, y no por parte del sector corporativo, que no tendrá acceso al mismo.
Este detalle es importante, de cara a evitar una rápida salida de capitales del sector bancario, que sería muy perjudicial para las entidades, ya que el banco central es consciente de que este tipo de movimientos suelen estar propiciados por parte de las empresas, y no tanto por los ciudadanos.
Según las fuentes, en su esfuerzo por tratar de preparar el euro digital sin dejar cabos sueltos, el organismo está siguiendo muy de cerca toda la información que encuentra al respecto. Recientemente habría accedido a un estudio que concluye cómo, en los momentos en los que se han producido nuevos anuncios sobre el euro digital, las valoraciones de los bancos en bolsa se habrían beneficiado. No fue así cuando se produjeron las primeras declaraciones sobre el tema, pero, según este estudio, en los últimos meses el mercado parece estar valorando positivamente el desarrollo del euro digital.
Una de las hipótesis que estaría barajando el banco central, según las fuentes, es que la banca se está viendo ahora amenazada por la competencia de nuevos actores que están irrumpiendo en el negocio, y consideran que los inversores ya están entendiendo que el euro digital será una infraestructura que permitirá a los bancos usarla como plataforma de pagos en Europa, sin necesidad de desarrollar un esquema propio.
Fuente: el economista.es