No vinieron para rendirse. No entró nunca en sus planes, ni en su vocabulario. El Barça está aquí para reinar, para hacer historia, para cerrar bocas. Y ahora son las reinas de Europa arrebatándole la corona a su bestia negra, derrocando a un Olympique de Lyon que se mofó de ellas en dos ocasiones. Pero no hubo una tercera, no lo iban a permitir. Y menos Aitana Bonmatí. La catalana marcó el 1-0 dando un beso al escudo en pleno delirio culé. Fue para los que siempre creyeron, para los que las acompañaron, para todos aquellos que vivieron con ellas una tarde histórica en San Mamés que terminó con el broche de oro de la capitana de toda una era. Alexia Putellas estampó el balón en la red en el añadido y levantó el trofeo a lo más alto de Bilbao. Justicia.
El duelo venía servido de épica. Aquellos ‘nuncas’, aquellos reproches se acabaron cuando las futbolistas saltaron al césped con un estadio lleno hasta la bandera. Los gritos resonaba y las bufandas volaban al viento. El Olympique fue el primero en llegar. Aprovechó un saque de banda para arremeter contra el área de Cata Coll. Desafío al que el Barça respondió con un remate forzado de Salma Paralluelo después de una internada maratoniana de Caroline Graham Hansen, que terminó en las manos de Endler sin complicaciones. Las culés estaban preparadas para todos los escenarios. Encajar en los primeros compases era el peor, como había pasado en todas las anteriores finales contra el Lyon. Y ese lo salvaron con una primera parte regia, donde el Barça estuvo en su sitio, consciente y coherente, esperando a ver hacia donde se decantaba el duelo.
Sin prisa. El Barça se centró en lo que podía hacer en cada momento. No aventuró escapadas, no trató de correr más de lo que podía. A fuego lento todo sale mejor. Y el conjunto dirigido por Jonatan Giráldez fue saliendo de su campo, donde el Lyon quiso confinarlo durante los primeros minutos. Progresaron, pero demasiado juntas, olvidándose casi de las bandas. Al Barça le costó fluir, dejarse llevar por el balón. Los peligros del Lyon eran muchos, tantos que le quitaron un poco esa electricidad que tiene el conjunto culé sobre el césped.
Les costaba salir más allá, reponerse del maltrato del Lyon. El miedo a un contrataque las llevó a arriesgar poco en los chutes. Pero el Barça supo sufrir. Eso que tanto le costó en otras finales, en Bilbao lo aguantó. Tuvo la calma de un equipo seguro de si mismo, que sabe lo que quiere hacer, que de su idea de juego hace un mandamiento. Lo hizo con delicadeza, con destreza, como Aitana Bonmatí acaricia el balón. Ese mimo a algo que adoras, al que tienes tal devoción que cuidas hasta en los momentos más difíciles.
Pasaba la hora de partido cuando Mariona filtró un balón con el tempo justo, que se deslizó con la fuerza justa, para impactar en el pie de Aitana Bonmatí que se colaba entre líneas del equipo francés. La Balón de Oro condujo hasta inmiscuirse en el área, recortar para levantar el balón lo justo para sobrepasar a Endler, ya vencida en el suelo. Se cogió el escudo, como aquel que se agarra a la esperanza. Lo señaló y lo besó mientras corría a toda velocidad hasta encontrarse con sus compañeras, con los brazos abiertos. Como quien alza el vuelo, como este Barça que por primera vez en su historia tenía opciones de ganar el todopoderoso Lyon. Porque de historia no se vive, de ella solo se aprende para resurgir, como este equipo que se ha alzado en armas ante la oposición.
Fue un delirio, un total y absoluto sueño lo que se vivió en San Mamés. El Barça aguantó, sufrió y defendió el gol de la catalana como si le fuera la vida en ello. De hecho, le iba. No solo era fútbol o un partido, era convertirse en un icono, reafirmar su reinado y terminó con la reverencia que ha marcado la historia del fútbol femenino. Solo tiene un nombre, el de Alexia Putellas. La capitana, la líder, la comandante de un equipo que ha iniciado una era. Y del que no se piensa ir.
En el añadido, y tras un centro excelente de Pina, la ’11’ remató un balón desde el centro del área pequeña. La puso contra la red, como al Lyon, y sumó el segundo tanto para un Barça que firmo un póquer para alzarse con su tercera Champions en su historia. Se quitó la camiseta para hacerla volar al viento como las miles de bufandas que se alzaron con su tanto y que se rindieron una vez más a la reina. Reverencia incluida, ya marca de la casa, Alexia cerró una tarde que nunca se borrará para aquellos que la vivieron con los dedos cruzados y los ojos llorosos.
El Barça es campeón de Europa por tercera vez y firma un póquer de títulos histórico e inédito. Hay que repetírselo y mucho, para no olvidar nunca lo que este equipo de futbol puede hacernos sentir. El reinado ha comenzado.
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